Hasta 30 mutaciones en la espícula han traído una nueva letra del alfabeto griego al libro de la crisis del coronavirus. La OMS nombró este viernes como Omicron a la nueva variante detectada en Sudáfrica, una nueva cepa que ha generado cierta inquietud entre los expertos. Al estar recién descubierta, faltan datos, aclaran los epidemiólogos, y la aparición de mutaciones es un proceso natural entre los virus como ha mostrado el SARS-CoV-2, pero hay “preocupación” por la treintena de cambios que se detectan en su composición respecto a la cepa original de Wuhan.
La viróloga del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio) del CSIC y la Universitat de València, Mireia Coscolla, pone el foco en que en Omicron se da una “acumulación de mutaciones sin precedentes”. Esos 30 cambios a la vez, indica, complican el diagnóstico. “La inmunidad es compleja”, señala, al tiempo que precisa que no se sabe cómo podrían afectar estos cambios a la efectividad de anticuerpos naturales y de la vacuna.
De momento, la investigadora desgrana que esas mutaciones ya se han visto en otras variantes por separado y lo que significaban era mayor capacidad de entrar en las células (lo que le genera más transmisibilidad) y mayor resistencia a la inmunidad. Además, habría conseguido desplazar a Delta como la variante principal. “La velocidad con la que se ha replicado da la sensación de que es más transmisible”, añade.